El día después siempre parece identificarse desde la sensación/nes que deja la exposición, la ponencia, el cauteloso bienestar de mostrar entre los afectos, nuestro trabajo, que por más arduo, dedicado y artesanal que sea, la profundidad del instante parece diluirlo ante los ojos de quien juzga, observa y determina, como un manjar inclaudicable que se somete a los intersticios de los labios para después ser degustado sin la menor premisa de considerar que ingredientes se han utilizado...
la sensación es tan plausible como la coacción misma de los elementos que se conjugan. Deleite, satisfacción, superación y la necesidad de continuar una experiencia que más allá de toda manifestación artística, es fundamentalmente humana...
gracias verosímiles a todos los que de alguna manera pudieron compartir el vínculo que alquímica ha generado y seguirá generando, gracias a sus participantes, integrantes, observadores, melómanos y aturdidos...
porque la piedra filosofal está en la sangre, siempre es el día después...
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